En las conversaciones sobre transición energética solemos hablar de megavatios, gigas de almacenamiento y miles de millones en inversión. Sin embargo, hay un factor menos visible, pero absolutamente decisivo: las personas que harán posible esta transformación.
Ingenieros, técnicos, instaladores, economistas, abogados, investigadores, trabajadores de campo, estudiantes de último año, comunidades locales… todos ellos conforman el talento solar panamericano, la pieza sin la cual los proyectos no se construyen, no se conectan y no se sostienen en el tiempo.
Si América quiere liderar la descarbonización al 2050, no bastará con paneles ni financiamiento. Será imprescindible contar con una masa crítica de profesionales capacitados y comprometidos en toda la región.
1. La dimensión del desafío humano
El crecimiento solar en América Latina y el Caribe es acelerado. Según proyecciones, la región podría superar los 150 GW instalados en 2030, multiplicando por cuatro la capacidad actual.
Ese salto exige:
Miles de nuevos ingenieros y técnicos especializados en diseño, instalación y operación.
Programas de capacitación comunitaria para que la población local se integre a los proyectos.
Redes académicas y de investigación que alimenten la innovación y el desarrollo tecnológico.
En otras palabras: no solo hay que construir plantas, hay que construir capacidades.
2. Brechas actuales de talento
A pesar del potencial solar, existen vacíos importantes:
Formación insuficiente: en muchos países aún no existen programas técnicos ni universitarios especializados en energía solar.
Desigualdad territorial: la mayoría de las oportunidades de capacitación se concentran en capitales, dejando rezagadas zonas rurales donde se instalan los proyectos.
Fuga de cerebros: ingenieros formados en la región emigran a mercados más maduros (EE. UU., Europa) buscando mejores condiciones laborales.
Brecha de género: la participación femenina en empleos solares sigue siendo minoritaria, pese al potencial de inclusión.
Estas brechas amenazan con ralentizar la transición si no se abordan de manera estructural.
3. Ejemplos de iniciativas en la región
Algunos países han comenzado a avanzar:
Chile: programas de certificación en mantenimiento de plantas solares y convenios entre universidades y empresas para prácticas profesionales.
Brasil: fuerte impulso a la capacitación técnica vinculada a generación distribuida, con cursos basados en normas ABNT y formación en SENAI.
México: la CRE (Comisión Reguladora de Energía) emite lineamientos y disposiciones para interconexión, mientras que la CFE (Comisión Federal de Electricidad) implementa la conexión en campo y participa en programas de capacitación de instaladores.
Caribe: programas piloto de capacitación comunitaria en instalación y mantenimiento de microredes solares.
Estas experiencias muestran que la alianza entre Estado, academia y sector privado es clave para cerrar la brecha de talento.
4. La oportunidad de empleo verde
La Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) estima que la energía solar podría generar más de 1,5 millones de empleos directos e indirectos en América Latina hacia 2030.
Estos empleos no son solo técnicos de campo: incluyen logística, manufactura, consultoría, desarrollo financiero, legal, ambiental y social. Es decir, la transición solar es también un motor de diversificación laboral y social.
5. Más allá del empleo: cultura y conocimiento solar
El talento solar no es solo mano de obra: es también una cultura compartida de transición energética. Requiere:
Formación continua, con actualización en nuevas tecnologías (BESS, inversores grid-forming, gemelos digitales).
Conciencia ambiental y social, para integrar comunidades locales como socios y no como espectadores.
Capacidad de innovación, para adaptar soluciones solares a las particularidades de cada país: desde microredes en islas hasta utility-scale en desiertos.
El conocimiento se convierte en un activo estratégico para toda América.
Conclusión
El sol es abundante, la tecnología está disponible y el financiamiento fluye cada vez más. Pero sin talento humano preparado, la transición energética será una promesa incumplida.
El verdadero motor de la descarbonización en América no son los paneles, sino las personas que los diseñan, instalan, operan y mantienen.
El desafío de esta década es crear un ecosistema continental de talento solar que conecte a ingenieros, técnicos, estudiantes, empresas y comunidades. Esa es la misión de Constructor Solar: ser el espacio donde converjan las oportunidades laborales, el conocimiento académico y la innovación aplicada.
El futuro energético de América se construye con el sol, pero sobre todo, con su gente.